Manco Cápac: Crítica de Cine, por Jonathan Quispe.
"Manco Cápac" arranca con una imagen muy particular, con un ángulo de visión del ojo mágico imposible... Aquel maravilloso e insólito ojo mágico, que acompañará al protagonista de esta historia por el resto de la misma, nos permite ver a un muchacho acurrucado en posición fetal, de nombre Elisbán (Jesús Luque), sentado en la pequeña plataforma que es la parte media de las escaleras que comunican al primer con el segundo piso de un bus; el muchacho yace al lado de la ventana y la puerta del mismo, en el que está llegando a la ciudad de Puno. En el reflejo del vidrio de la ventana de ese bus, en el que, por ley natural, debería verse reflejado el ojo mágico pero que no se ve por ser mágico e invisible, en su lugar se ve reflejada la ciudad y los trajines que en ella ocurren: automóviles esperando su turno para hacer el cruce, algunas pocas personas disfrazadas con trajes de alguna especie de danza típica, uno que otro transeúnte, y los músicos que acompañan con su música a la modesta y a la vez triunfante entrada de Elisbán a la ciudad, como si por designio "divino" tales músicos hubieran estado ahí "casualmente" esperando por Elisbán, un muchacho que a todas luces se nota que es de muy modesta condición, dígase mejor, un indigente... La imagen de la ciudad, reflejada en el cristal de esa ventana orientada hacia lo desconocido, atraviesa a Elisbán superponiéndose sobre él como si lo que veremos a continuación estuviera siendo descrito resumidamente en está impactante primera escena...
Cual criatura en vientre de una madre, la cual es el mundo y sus incomprensibles rarezas, que ha de nacer porque tiene que nacer, Elisbán desciende del bus y nace a la oscuridad de la ciudad a plena luz del día; va en busca de un amigo suyo quien le había dicho que esperaría por él para brindarle un apoyo fundamental en su estancia en la ciudad.
Elisbán, por razones que él no comprende y nosotros tampoco, no encuentra a su amigo. Es un momento muy delicado para Elisbán, parece que quisiera llorar y gritar de desesperación, pero estoicamente se contiene. Explora un poco la ciudad que para su sorpresa se halla en lo que parece ser una fiesta patronal. Vuelve a la estación de buses, a ver si alguien le ayuda a devolverse por donde vino, pero le niegan el favor; Elisbán siente en sus huesos el sobrecogimiento de semejante contrariedad. La realidad le golpea de frente y se da cuenta que no le queda de otra que enfrentarse a un destino incierto en una ciudad que no conoce, mientras la observa desde la ventana de la singularidad de su ser.
Sin dinero, sin amigos, el muchacho protagonista de una historia que luce muy realista pero que a la vez adquiere a ratos ciertos toques inexplicables de una "magia" incomprensible que no deja indiferente al espectador atento y desprejuiciado; el muchacho se interna cada vez más y más en la ciudad para interactuar con uno que otro personaje y habitante de la misma. Algunos se apiadan de él, otros simplemente siguen su camino golpeando sin querer con los golpes de la indiferencia en las mejillas sensibles de Elisbán aunque dispuestas a curtirse en el tenaz afán por la supervivencia.
Cada día que transcurre, se hace eterno y muy duro para Elisbán. El azote del frío de las noches le obliga a buscar refugio. De día, insiste en buscar a su amigo unas cuantas veces más; mientras que a la par intenta ganarse la vida con distintos trabajitos temporales e inestables por los que nunca recibe el pago justo por su esfuerzo, y en los que saca a relucir sus dotes creativos y su disposición al trabajo. En medio de una gran multitud de personas que parecen insensibles como piedras, se ve a sí mismo que se encuentra solo en el mundo aunque acompañado de miles y miles, de millones y millones... en un mundo individualista que olvidó lo que es vivir en tribu, comunidad, nación y humanidad.
Elisbán; silenciosamente, frente al lago misterioso, inundado de mitos y leyendas; le ruega al cielo del interior de su propia alma en búsqueda de ayuda y respuestas, en búsqueda de alguna inspiración que en ese cielo ideal e imaginado existe desde siempre y para siempre, en ese universo paralelo tan vastamente lleno de espíritus que evocan pasados y futuros remotos y que coexisten inexplicablemente con un presente simple, llano y aburrido. Elisbán, llama a la puerta de los misterios, los cuales le responden susurrándole al oido, con un susurro entremezclado con la sutil brisa lacustre y el canto de la aves, le aconsejan que atraviese el túnel boscoso de la esperanza, caminando en contra de un flujo de vehículos cuyos pasajeros sólo viven su presente, almas inconsecuentes que carecen de nobles ancestros a quienes honrar e imitar, y de futuros distantes pero llenos de gloriosas y sublimes promesas... Elisbán avanza con fe, contra todo y todos, contra todo pronostico, avanza en busca de su destino...
A partir de los escombros de una civilización fallida, pretende reconstituir la civilización original, cual fénix poderoso. Un humilde y modesto muchacho que cree en sí mismo y en la grandeza oculta que hay en todo ser humano de este mundo y que cree que hay que despertarla de algún modo, un inconforme que nunca se ha rendido, el héroe que está a punto de nacer en el universo de lo evidente y que con humildad se sabe relevante en el mundo.
Una vez más, Elisbán va a buscar a su amigo perdido... nadie sabe si lo volverá a ver. Reingresa a la ciudad atravesando El Arco de La Independencia en búsqueda de su independencia personal y económica, y por añadidura, en búsqueda de la reafirmación de la independencia de una nación, y quizás en búsqueda de la independencia y la liberación del mundo entero de la esclavitud a manos de una suerte de ente maligno que pervive en la naturaleza del hombre y que encuentra fuerza en la oscuridad de la ignorancia y el prejuicio... y así pues, pasando por el arco de la independencia y la libertad que es también es el arco del triunfo, va camino hacia su verdad, a mostrarla, enfrentándose a la ciudad una vez más, y esta vez, más preparado que antes, para conquistarla definitivamente, para rememorarle y entregarle a cambio, una valiosa enseñanza olvidada por mil años.
Elisbán, dignamente, recibirá el abrigo y el alimento de parte del padre cósmico de su cultura cuyo recuerdo casi extinto alcanzará a Elisbán como punto del amanecer de su renacimiento; un vendedor ambulante de comida rápida se lo anuncia.
El mundo real y el ficticio se entrelazan y se funden en uno solo. Celebraciones por el nacimiento de un nuevo hombre y héroe, pero que pasa inadvertido, nadie sabe que los festejos son en su honor.
Haciendo un pequeño paréntesis, contrariamente a lo que podría pensarse, Elisbán no es sumiso; él sabe del carácter impulsivo e inmaduro de algunos de sus congéneres que creen que ese nivel de comportamiento es el adecuado, sólo los disculpa, y así, él es sólo precavido, paciente, prudente y sabio como un nazareno.
Nuestro héroe emerge de las orillas del lago misterioso. Reconoce que siempre fue uno con su Madre La Tierra, se funde con Ella, y con el visto bueno de su Padre El Sol, nuestro héroe es el que es, y aunque frágil y vulnerable por no ser más que un ser humano, invita a las nuevas generaciones a imitar y practicar su virtuoso modo de vivir.
Manco Cápac: Una historia que explora la belleza de lo sencillo, que une tiempos y mundos distantes entre sí, y que es implícitamente mágica y legendaria.
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